dimarts, 26 de març del 2013

Rompo las decoraciones de mi cueva,
vuelan fragmentados los que fueron
en otro tiempo, mis objetos.

Estampándolos contra el suelo,
como un perro rabioso los golpeo,
y no es suficiente.

Rompo mis esquemas,
rompo la lógica contra la piedra,
golpeo la piedra con mi mano,
arranco las raíces,
rompo los muebles,
y no es suficiente.

Cada golpe será una nueva caída,
cada fragmento será una nueva herida,
cada astilla clavada en mi mano,
cada hueso roto será otro clavo
que me atará, a las cadenas de mi ser.

Y cuando envuelto en llama,
cuando la verdadera locura se apiade de mi,
arrancaré esas cadenas para romper
la cueva donde creo vivir.
Caerán las piedras,
lloverán astillas,
temblará el suelo.

Y cada piedra caída, caerá en mi alma,
y cada astilla arrancada, clavada será en mi,
el temblor del suelo no será más que mi temblor.
Y yo, hierro incandescente,
que no quema más que a mi.

Y así me iré,
roto, astillado y encadenado,
como el Jesucristo anclado a la cruz,
a su propia cruz.

Y así moriré,
roto, ahogado y rasgado,
por la rabia que encerré en un baúl.
Y así moriré,
por la frustración de no ver lo que fui,
por el rencor que guardé dentro de mi.




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